sábado, 30 de mayo de 2020


La situación de las mujeres a través de los tiempos en el sur de América y en Uruguay, una larga historia
El reconocimiento de los derechos de las mujeres en el mundo y en América Latina es una larga historia.  Esta conversación es un intento de describir los procesos que permitieron lograr la obtención de los derechos sociales, civiles y políticos de las mujeres desde las primeras sociedades aborígenes hasta nuestros días. 
Las sociedades nativas americanas eran diversas tanto en sus hábitos productivos como en sus organizaciones sociales. Sabemos poco de ellas porque muchas fueron eliminadas por la violencia o la aculturación, con todo, de acuerdo a lo que se observa en las naciones sobrevivientes y a la información histórica recopilada sabemos que muchas sociedades indígenas eran matriarcales y estaban estructuradas de modo tal que las mujeres tenían un rol central de liderazgo, autoridad moral, control de la propiedad y de la custodia de los hijos.   
En las praderas y ambientes fluviales y costeros del sur, había muchas sociedades que sabemos que eran matriarcales. Es el caso de la sociedad chaná, que era una nación pacífica de pescadores donde las mujeres eran transmisoras del idioma y la cultura, En otras naciones nativas, como los guaraníes, que eran pescadores y agricultores, las mujeres tenían un rol bien definido y complementario al del varón, participaban en todas las decisiones y podían cumplir un rol chamánico al igual que los hombres. Por su parte, los  charrúas eran un pueblo de pescadores. Había sido descriptos como tales por Diego García de Moguer en la banda del norte del Rio de la Plata en 1528, por Pero Lope de Sousa en 1531 que los encontró en Arazatí y en el Río San Juan donde tenían numerosas canoas y vivían casi exclusivamente de la pesca y Ulrico Schmidt en 1536 que dio una idéntica descripción, Teniendo en cuenta ese hecho asumimos que en estas comunidades costeras el papel que cumplían las mujeres era similar al que tenían entre los chanaes que también eran pescadores como trasmisoras de linajes y cultura, crianza de niños, obtención y preparación de alimentos y fabricación de abrigos y vestimentas.
Cuando llegaron los europeos se establecieron en la costa y a la orilla de los ríos mayores. Esto obligó a los pueblos nativos del litoral estuárico.-oceanico y  fluvial a alejarse de las costas y de los ríos. Eso tuvo varios impactos, en primer lugar las naciones litorales debieron abandonar sus territorios tradicionales, en segundo lugar se vieron obligados a cambiar su fuente de alimentación que era fundamentalmente acuática (peces, aves y mamíferos fluviales y marinos) y en tercer lugar debieron desarrollar comportamientos transhumantes debido al peligro que significaban los ataques armados de las patrullas españolas.
Sabemos que cuando ocurren enfrentamientos o guerras entre los pueblos, y las  naciones nativas no son excepción, el matriarcado puede verse obligado a ceder su lugar a una sociedad masculinista y patriarcal, y esto puede verse reflejado en cambios de las costumbres y creencias como lo señalamos en el libro Los Pueblos del Jaguar.
En esas  nuevas condiciones las mujeres nativas se vieron principalmente afectadas. Las situaciones de guerra conducen a la masculinización de las sociedades. Las mujeres pasan a ser colaboradoras en las luchas y son las que asumen las responsabilidades por los niños y ancianos.
También en sociedades criollas fundamentalmente masculinas las mujeres pasaron a ser trofeos de guerra, muchas fueron hechas prisioneras para uso doméstico y sexual, afectando a mediano plazo el crecimiento demográfico de las comunidades que en pocos años disminuyeron dramáticamente su número.
La dispersión provocada por la ocupación europea del territorio favoreció el mestizaje entre indígenas y europeos y más tarde con africanos escapados de las ciudades coloniales dando lugar a nuevos tipos humanos de hombres que andaban por la campaña a su gusto viviendo del ganado suelto y parando de vez en cuando en las estancias. Estos hombres que en gran medida provenían de arrieros quechuas que se habían trasladado a la Banda Oriental y se les conocia como changadores pasaron a ser denominados gauderios a principios del siglo XVIII y gauchos a fines de siglo. (ya hay testimonio de gauderios en Víboras en 1746 y gauchos en Maldonado a en 1771), la ausencia de mujeres europeas era suplida por la presencia de mujeres indígenas. Estas provenían de varias naciones, había mujeres charrúas, chanáes, minuanes, pero la mayoría eran guaraníes, y en particular provenientes de las misiones jesuíticas. Estas mujeres indígenas se conocerían con el nombre de chinas que es una palabra derivada del quechua y del wichi. China en quechua quiere decir hembra, achina es hembra en la lengua wichi cuya relación lingüística con el idioma charrúa hemos señalado en nuestro libro Las Primeras Naciones del Sur. 
En el habla de estas primeras comunidades gauchas predominó el guaraní que era la lengua que hablaban la mayoría de las mujeres sobre todo porque se utilizaba como lengua franca antes de la llegada de los europeos. En este primer guaraní rural se incorporaban palabras españolas, portuguesas y quechuas traidas por los changadores/arrieros.
Las mujeres indígenas y sus hijas mestizas fueron quienes consolidaron la cultura rural, que al principio se expresaba en guaraní   y que fueron las madres y las abuelas de los soldados guaraníes de Artigas.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX la lengua de muchas comunidades de gauchos y de los peones de estancia era el guaraní. Muchas palabras del castellano rural tienen ese origen tal como describimos en nuestro libro Uruguaypirí.
El panorama de las sociedades urbanas era bastante diferente. Allí se habían instalado muchas familias españolas, dando lugar a una reproducción provinciana y bárbara al decir de Barrán de las costumbres de la península. Ellas fueron las que controlaban la economía y marcaban las pautas sociales. Las hijas de dichas familias eran criadas muy conservadoramente, esto ocurría particularmente en la ciudad vieja de Mvdeo y en menor grado en las principales ciudades del interior como Guadalupe (Canelones y San José).
A fines del siglo XVIII a Montevideo llegaron africanos para su distribución en el Virreinato y muchos quedaron en Montevideo y otros puntos de la Banda Oriental. En 1810 en Mvdeo se estimaban en 25%.  De esos grupos surgieron poblaciones mestizas afro-criollas que junto con los demás mestizos fueron creando una mezcla demográfica que caracterízó una parte importante de la población del Montevideo republicano.
En el momento de la independencia las mujeres mestizas de indígena, afro-criollas o con múltiple mestizaje constituían tal vez la mitad de la población femenina de Montevideo y seguramente más de la mitad en los pueblos del interior.
Después de la conquista y en pleno proceso de colonización se observa un proceso de desnaturalizacion del rol de las mujeres indígenas. Según el censo realizado por orden del general José Artigas a las familias que participaron en el éxodo en 1811, había en ese momento 2.207 mujeres, lo que representaba el 54,7% de la población civil (sin incluir el ejército ni los hombres sueltos). Por su parte, según la historiadora argentina Florencia Roulet  las  mujeres  en esa  época  habían  pasado  a  ser “compañeras,  amantes,  criadas,  cargadoras, madres,  agricultoras  y cocineras,  esclavas  transformadas  en  mercancía humana  trocada  por armas  o  caballos.
Muchas ejercían funciones de lavanderas o domésticas, y en algunos barrios algunas vivían de la prostitución. La gran mayoría no habían recibido ninguna instrucción y muchas de ellas eran analfabetas. Al igual que todas las mujeres no se le reconocía derechos políticos y estaban relegadas a sectores empobrecidos de ciudades y pueblos.
También había mujeres pobres de ascendencia criolla-europea, que habrían de aumentar al progresar la llegada de inmigrantes.
Por su parte, las mujeres de sociedad, generalmente esposas e hijas de comerciantes, funcionarios y políticos, tenían ciertos privilegios con relación al sector femenino más desfavorecido. Sobre todo privilegios económicos y sociales, no necesitaban trabajar y tenían una casa cómoda donde albergarse, podían recibir alguna educación, pero su situación real era reprimida y completamente dependiente de sus maridos o padres,.
En resumen las mujeres en la República Oriental durante el siglo XIX no gozaban de los principales derechos, debían obedecer a los hombres de la casa y dependían de ellos para cualquier decisión que quisieran tomar. No votaban, no podían divorciarse si eran casadas, en fin, y estaban sometidas a una censura social y religiosa muy estricta.
La Constitución uruguaya de 1830 y el Código Civil de 1868 no la consideraban ciudadanas. El mismo expresaba que las mujeres debían obediencia a los maridos y éstos a cambio debían protegerlas. Estaba prohibido para el sexo femenino ser escribano, testigo, curador y albacea. Antes de la existencia de la ley 10.783 las mujeres al contraer matrimonio se convertían en incapaces y el marido era el que debía administrar todos sus bienes incluso los que formaban parte de su dote. Ésta desventaja generaba en las mujeres una situación de dependencia y opresión.
En este contexto nace  la lucha de las mujeres en Uruguay, que estuvo dividida en dos vertientes; por un lado, Las Trabajadoras, quienes reclamaban a nivel gremial por reivindicaciones de las condiciones laborales y salarios y por el otro lado las feministas, mujeres con educación superior, maestras y universitarias que luchaban por conquistar derechos políticos, civiles. Estos grupos tenían diferencias culturales, económicas y también ideológicas. Estaban preocupadas por la condición femenina de desventaja pero consideraban soluciones diferentes.
A partir de principios del siglo XX el proceso de lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres cobró mayor intensidad.
Uruguay fue uno de los primeros países de América Latina en aprobar una ley de Divorcio por mutuo consentimiento de los conyuges en 1907 y en 1913 por la sola voluntad de la mujer, sin expresión de causa.
En 1916 se fundó el Consejo Nacional de Mujeres liderado por la precursora feminista Paulina Luisi. En 1919 nació la Alianza Uruguaya por el Sufragio Femenino de Mujeres.
La ley que permitía el voto femenino fue aprobada en 1932 y refrendada en la constitución de 1934, las mujeres votaron por primera vez en 1938 y lo hicieronb en gran número que se estimó en 80%. Ingresaron al Parlamento por primera vez en la historia uruguaya en el año 1942. Fueron las diputadas Julia Arévalo y Magdalena Antonelli. Las senadoras Sofía Álvarez Vignoli e Isabel Pinto de Vidal fueron las primeras senadoras, no solo del Uruguay, sino de toda Sudamérica.
En 1946 se aprobó la ley de derechos civiles de la mujer que representó una revolución desde el punto de vista jurídico, las mujeres entraron en el mundo público, generaban derechos y obligaciones. Se suprimía la venia marital y los bienes comenzaban a ser gananciales.
En el año 2009 se promovió la electividad de las mujeres por la ley de cuotificación política por género que fuera extendida en el año 2017.
Y finalmente se aprobó la ley de despenalización del aborto en 2012 que permitió que las mujeres pudieran decidir acerca de su cuerpo y sus embarazos. Obviamente se ha avanzado mucho. Sin embargo, el proceso de la conquista de la equidad entre ambos géneros no ha terminado. Los problemas de discriminación a las mujeres, sobre todo a las mujeres pobres, no está terminado. Hay muchas causas enraizadas en la cultura. Sobre todo a ese nivel hay muchas tareas pendientes pero seguramente las niñas de hoy serán mujeres mucho más libres para decidir sobre su vida y su destino.

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