lunes, 3 de febrero de 2020

Los vehículos de la vida
Además de las estrellas y planetas, el Universo está poblado por infinidad de pequeñísimos
astros que actúan como vehículos de la vida en el espacio y en el tiempo.
Generalmente se encuentran lejos de los soles y estrellas, derivando en las enormes distancias frías y oscuras. Los más pequeños, que son la enorme mayoría, permanecen congelados por
cientos de millones de años sin que nada perturbe su largo invierno sideral.
Otros, los más grandes, poseen suficiente masa como para generar algo de calor a partir de sus minerales y compuestos radiactivos.
En estos cuerpos celestes los hielos interiores pueden fundirse formando tibios mares y lagos subterráneos. Estos son, probablemente, los escenarios más comunes de la vida en el cosmos.
Pequeñas bacterias y otros organismos difíciles de imaginar, sobreviven, se
reproducen y evolucionan en estos ambientes, utilizando la limitada pero duradera energía disponible. 
El Sistema Solar contiene millones, tal vez miles de millones de dichos cuerpos. Una gran cantidad se encuentra lejos del Sol, más allá de las órbitas de Urano y Neptuno. Algunos están más cerca del centro, en regiones más cálidas, y ocasionalmente se acercan tanto al astro pri ncipal que sus hielos pueden vaporizarse y ser eyectados en forma de gas y polvo.

Estos cuerpos, que muchas veces se muestran en forma espectacular en los cielos nocturnos son llamados «cometas». Algunos astrónomos, cada vez más, piensan que los cometas y sus parientes de las lejanías oscuras y frías, son portadoras de formas de vida cuyas características resultan difíciles de imaginar. Tal vez algunos de ellos se comporten como verdaderos organismos con su «metabolismo» e historia de vida particular y única.
La formación original de la atmósfera terrestre y su evolución
Según Chandra Wickramansinghe, Fred Hoyle y otros investigadores, la vida ha sido un fenòmeno común en el Universo desde hace mucho tiempo, casi desde los comienzos (si es que hubo comienzos), diseminándose a través del espacio embarcada en los minúsculos astros cometarios.
Así llegaron a La Tierra los primeros organismos en los remotos orígenes, hace varios miles de millones de años. De ese modo continuaron cayendo en nuestro planeta, trayendo nuevos aportes genéticos a lo largo de toda la historia geológica del planeta.
Grandes y pequeños bloques helados bombardearon la atmósfera enriqueciéndola en agua y otros compuestos y elemenetos livianos (nitrógeno, metano, dióxido de carbono, etc).
De esa manera, gradualmente, se formaron los mares primigenios, se colmaron de agua las hendiduras dela corteza y se fue constituyendo la mezcla de gases que denominamos «aire». 
A esta atmósfera contribuyeron también los gases emanados del interior planetario en un proceso de degasificación que aún continúa. Estas emisiones gaseosas fueron  principalmente nitrógeno y metano. El nitrógeno aún está presente mayoritariamente en la atmósfera, y el metano sufrió procesos de oxidación enriqueciendo la superficie de dióxido de carbono y agua.
A ello se agrega la inmovilización del carbono bajo la forma de carbonatos, particularmente de calcio y en menor grado magnesio. 
Estos compuestos inmovilizados del carbono es lo que constituyen las formaciones geológicas llamadas calizas que abundan en todo el planeta en la zona exterior de la corteza. Vale la pena recordar que estas calizas no se depositaron por igual en todas las eras geológicas. Son menos frecuentes en el Proterozoico y Arqueozoico (antes de los 500 millones de años antes del presente), se desarrollan en el Paleozoico (500 a 300 millones de años a.p.) y alcanzan su máximo en el Mesozoico (unos 200 a 70 millones de años antes del presente. 
Estos procesos de inmovilización del carbono, fundamentalmente de origen biológico, debido a la acción fotosintética de las plantas y a la construcción de exoesqueletos (conchas) de foraminíferos e invertebrados varios, dio lugar a la disminución del C02 en la atmósfera. Supuestamente, de acuerdo a varias opiniones de investigadores, el CO2 en el aire presentaba niveles de 4,000 partes ppm en el Mesozoico,  Una posibilidad sería que ese nivel pudo ser mucho  mayor, del orden de 40,000 o 50,000 ppm dando lugar a una mayor densidad atmosférica (que no está probada pero sería interesante investigar) y que habría facilitado el crecimiento de ciertos vertebrados (dinosaurios) y reptiles a grandes tamaños difíciles de explicar con la densidad atmosférica actual.
En todo caso, hay que imaginar el Mesozoico con características muy diferentes a los períodos geológicos más recientes, y por supuesto, falta mucho investigar para tener ideas más ajustadas a los datos de la geología y al sentido común.. 
Reproducido con modificaciones del libro "Pueblos, drogas y serpientes", D.Antón, Piriguazú Ediciones

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