jueves, 23 de enero de 2020

Los pataxo de sur de Bahía defienden su identidad

Los pataxós son un pueblo indígena brasileño de lengua de la familia maxakali, del tronco macro-gê. A pesar de expresarse en portugués, algunos grupos conservan su idioma original, el maxakali Idioma (o patxôhã). Se estima que originalmente (antes del siglo XVI) los pataxo tenían una población superior a las 100,000. Luego de la invasión portuguesa su número disminuyó considerablemente. Con todo, en 2010, los pataxos totalizaban todavía 11.833 personas, según datos de la Fundación Nacional de Salud. En la actualidad su nùmero se estima en algo más de 15,000.
Viven en su mayoría en el Territorio Indígena Barra Velha del Monte Pascoal, al sur del municipio de Porto Seguro en el sur del estado de Bahía, a menos de un kilómetro de la costa, entre las desembocaduras de los ríos Caraíva y Corumbau. El territorio entre estos dos ríos, el mar al este y el Monte Pascoal al oeste es reconocido por los pataxós como sus tierras tradicionales, que abarcan un área de 20 000 hectáreas.
Hay otros  cinco núcleos de población:
-          Territorio Indígena Imbiriba, cerca de la desembocadura del río de los Hermanos, a veinte kilómetros al norte de Barra Velha. Es el territorio más antiguo;
-          Territorio Indígena Corona Roja, ocupado más recientemente, estimulada por el flujo turístico, donde se desarrollan actividades artesanales. Este último poblamiento está al margen de la carretera que une Porto Seguro a Santa Cruz de Cabrália.
-          Territorio Indígena Aldea Vieja, en el municipio de Porto Seguro, al norte del distrito de Arraial da Ajuda.
-          Territorio Indígena Mata Medonha, al norte del municipio de Santa Cruz Cabrália.
-          Territorio Indígena Comexatiba, también conocida como Cahy / Pequi, en el municipio del Prado, inmediatamente al sur de la TI Barra Vieja del Monte Pascoal.
-          Territorio Indígena Barra Velha, ubicada en la ciudad de Caraíva, sur de Bahía.
Los pataxó viven en diversas aldeas en el extremo sur del Estado de Bahía y norte de Minas Gerais.
Pataxó es la auto-denominación utilizada por ese pueblo. Quiere decir “agua de lluvia golpeando en la tierra, en las piedras, y se va hacia el río y el mar”  Kanátyo Pataxó, Txopai e Itôhâ, 1997.
 En la actualidad los pataxó se esfuerzan para avivar su lengua pathahura y los rituales "de los antiguos" como el Awê.
El pueblo pataxó entró en contacto con los colonizadores desde el siglo XVI y muchas veces se vieron obligados a ocultar sus costumbres.
En 1577, se les menciona en las inmediaciones del Río Doce, "junto con otras naciones tapuias, como, Apuraris y Puris".
Este registro es especialmente relevante en la medida en que constituye la primera referencia precisa a la presencia de los indios Pataxó en el ámbito geográfico de su distribución tradicional, (entre la margen norte del S. Mateus y el Río de Porto Seguro).
Estas comuniddes corresponderían a los Pataxó meridionales, mientras que el ámbito de dispersión de los Pataxó septentrionales (actualmente denominados Pataxó propiamente dichos)  se circunscribía al área abarcada por los ríos Pardo y Río de Cuentas.
El príncipe Maximiliano de Wied-Neuwied señaló la existencia de similitudes culturales entre los Pataxó y los Maxacali, tales como el uso de bolsas colgadas; el prepucio atado con un cipó; el pequeño orificio en el labio inferior, donde, a veces, usaban un pedacito de bambú; el pelo tosco; la construcción similar de las chozas; y el uso de cauim (bebida fermentada de mandioca) (1958, p. 276-277). Es importante, sin embargo, recordar que, además del hecho de ser esas características muy ampliamente compartidas por las tribus de la costa oriental, como este autor señaló, otras tantas pueden ser derivadas de mutuos préstamos en los contextos de interacción,

La Lengua
El Pataxó es una lengua del tronco Macro-Jê y de la familia lingüística Maxakalí.
En sentido estricto, la lengua indígena ya no se habla, en las aldeas pataxó, la comunicación se efectua mezclando portugués con palabras del lenguaje indígena. Sin embargo, un gran esfuerzo está siendo desarrollado para la reconstrucción del Patxohã - "Lengua de Guerrero" (Bomfim, 2012) - a partir del vocabulario registrado por cronistas y viajeros. El Grupo de Investigadores pataxó, que desde 1998 se dedica al estudio de la lengua, refiere al "proceso de reanudación de la lengua pataxó", del que han participado todas las generaciones, entendiéndolo como el proceso dinámico y colectivo, experimentado por esa lengua en el mismo, de la historia y de la vida de su pueblo (Bomfim, 2012, página 11). En el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, Los jóvenes profesores pataxos reconocen, igualmente, el pionerismo del líder pataxo Kanatyo, que siempre ha mostrado gran interés por los conocimientos de los más viejos, así como por la elaboración de cantos con vocablos de la lengua indígena.
La primera escuela fundada en Barra Velha, en 1978, por la Funai, contribuyó fuertemente a estimular su interés (Bomfim, 2012: 59). La enseñanza de Patxohã no se restringe al léxico de la lengua, pero comprende un amplio conjunto de informaciones, tales como danzas y canciones indígenas; los procesos históricos vivenciados por los pueblos indígenas, particularmente aquellos establecidos en el extremo sur de Bahía; y la identidad indígena en el presente.
La clasificaciòn
En 1938, Curt Nimuendajú, durante su viaje a la zona comprendida entre el río de Contas y el río Doce, llamó la atención del Servicio de Protección a los Indios (SPI) acerca de una agrupación indígena que vivía fuera de su radio de acción. Se trataba de los maxakalí establecidos en las fuentes del río Itanhaém (río de Alcobaça), Minas Gerais, junto a la frontera oriental con el Estado de Bahía (Nimuendajú, 1958, 53). El autor enfatiza que el idioma de los maxakalí es muy parecido a las lenguas habladas por los macuni,
copoxó, cumanaxó, pañame y monoxó, y que presenta "alguna semejanza con el pataxó y el malali". En el grupo lingüístico de los goytacás, admitiendo un parentesco con el grupo Ge, afirma que von Martius reunió las lenguas habladas por estos grupos y algunos otros en el grupo lingüístico de los goytacás.
Von den Steinen incluyó en el grupo goytacá sólo las lenguas habladas por los maxakalí, macuni, capaxó, cumanaxó y pañame y, a reserva, por los pataxó, que sería una subdivisión del grupo Ge. Ehrenreich, Rivet y P. Schmidt conservaron esta clasificación.
En 1931, el checo C. Loukotka reexaminó los escasos vocabularios existentes y llegó a la conclusión de que esas lenguas, excluida el Pataxó, forman una familia lingüística completamente independiente de la familia Jê (Loukotka, 1939).
En 1971, el coronel Antônio Medeiros de Azevedo cedió al antropólogo Pedro Agustín una lista de 71 vocablos pataxó que recogió mientras comandaba la tropa que, en 1936, sometió el Puesto Paraguasu, en el sur de Bahía. Agustín reunió, a su vez, un vocabulario con 120 formas durante su trabajo de campo entre los Pataxó de Barra Velha, en el extremo sur bahiano, en diciembre de 1971. Copias de la lista de Azevedo, de los cuestionarios (cuestionario estándar del Museo Nacional para estudios comparación preliminar de las lenguas indígenas de Brasil, y dialectológico carácter, para la comprobación de las características del portugués hablados por los indios) que Agustín aplicada y su grabación en cinta magnética fueron enviados a la lingüista Aryon Dall`Igna Rodrigues, a continuación, en lingüística Museo Sector Nacional / UFRJ, para fines comparativos (Agustín, 1972, p.7). Rodrigues examinó ese material y concluyó que se trataba de una lengua de la familia Maxakalí.
Hubo informantes indígenas que fueron fuentes de información.  Vicente Ferreira / Tururim de 30 años, proporcionó algunos datos en 1971 y se limita a palabras aisladas, por lo general los sustantivos, y más raramente tomando en cuenta que la referencia era de la gramática portuguesa, verbos y adjetivos; y Vicentina Ferreira, aproximadamente de 45 años de edad, que se desplazó del pueblo Come-que-Lleva a Barra Velha por primera vez tras el "fuego de 1951". Sólo fue capaz de responder al cuestionario en el aislamiento de la pequeña capilla ya medida que adquirió mayor confianza en el investigador. Se acordó también, sobre todo, de sustantivos aislados y, al final, estableció un breve diálogo con el investigador Pedro Agustín, llevándolo a suponer que el resultado formal fuera muy inferior a su aparente real capacidad de hablar la lengua, aunque recurriendo a reducido vocabulari. (Agustín, 1972: 81).
A finales de los años 1990, durante la investigación de campo en Comuruxatiba, María Rosário de Carvalho tomó conocimiento, a través de Zabelê, que Vicentina, Tururim y otros se habían desplazado, años antes, a la aldea maxakalí de Agua Boa, en el municipio de Santa Helena de Minas, al noreste de Minas Gerais, donde permanecieron cerca de un mes. En la época de dicho viaje, Zabelê, con cerca de diez años de edad, vivía con sus padres en Barra Velha. En el caso de los mineros, que se encontraban en el Arraial Nuestra Señora de Ayuda, en romería, para visitar a los parientes maxakalí, fueron invitados por un minero que pasaba en el Arraial Nossa Senhora D'Ajuda, en romería, para visitar a los parientes maxakalí, la invitación rápidamente aceptada.
Es importante considerar, a la luz de las relaciones históricas existentes entre los pataxó y los maxakalí, que esa visita no fue imotivada, así como no lo habría sido la presencia de una familia maxakalí en el Parque del Monte Pascoal, poco después de su reanudación por los pataxó, en agosto de 1999. Al final, la tradición oral pataxó se refiere recurrentemente a la presencia de indios bravos de Minas Gerais que, de tiempo en tiempo, pasaban por el río del Prado y alcanzaban la antigua aldea de Bom Jardim / Barra Velha, para intercambiar con los más viejos, en la playa, caza de pescado. Este flujo se interrumpió, muy probablemente, debido a la deforestación que ocurrió en la región, y que ahuyentó a los Maxakalí. "Los bravos cogían las cacerías, las mujeres (las tapuias), venía a cambiar con las otras de aquí, con harina, besándose, coco, cauim, y volvía a su tienda" (Carvalho, 1977: 93-94).
Fue durante esa visita de un mes que Zabelê y los demás recordaron vocablos de la lengua maxakalí. "Ella afirmaba - falleció el 4 de julio de 2012-- haber aprendido palabras en la lengua Pataxó con su padre, Emilio Ferreira, antes del aludido viaje:" antes de ir allá yo sabía, ahora cuando traé las de allá [fue que entero más las de acá, que aumentó más "(Bomfín, 2012, 49). De su aseveración se puede deducir que ella parecía considerar estar delante de una sola lengua, cuyos vocablos se completaban sin dificultades.
"La lengua de los guerreros, el patxoha"
Actualmente se pone gran esfuerzo para ampliar el repertorio de vocablos hablados y recuperar la sintaxis por medio de investigaciones realizadas por profesores y estudiantes universitarios de las diversas comunidades pataxós. Se trata de un proceso complejo de reconstrucción, en el que los jóvenes, sobre todo, han gastado mucho tiempo y empeño. En el caso de la aldea de Corona Roja, que posee la mayor de todas las escuelas pataxó, la lengua patxohã se ha convertido en disciplina del pueblo, enseñanza básica en 2003 y de la enseñanza media en 2007.

Anari Braz Bomfim afirma que al presentar a los profesores maxakali (patxohã) el material lingüístico Pataxó recogido por el Príncipe Maximiliano de Wied-Neuwied, ellos lo reconocieron, mayoritariamente, aunque al compararlo con el vocabulario maxakali también recogido por el mismo viajero, subrayó la presencia de vocablos diferentes. Además, una profesora manifestó viva impresión cuando identificó términos constantes del vocabulario pataxó aún usados ​​en los cantos rituales maxakali (Bomfim, 2012: 47-48).

En la tabla 1.13 del Censo Demográfico 2010  (personas indígenas de 5 años o más de edad, residentes en tierras indígenas) – hay un registro de hablantes de la lengua Pataxó para 772 individuos, de los cuales 394 hombres y 378 mujeres y 836 personas que residen fuera de las tierras indígenas (IBGE, 2012).
Los datos del SIASI registran, para 2010, 11.436 habitantes (5.839 hombres y 5.597 mujeres) distribuidos en 19 aldeas pataxo:  Barra Velha, Aldea Velha, Boca da Mata, Medio de Mata, Imbiriba, ubicadas en Porto Seguro; De pie del Monte, Trébol del Parque, Guaxuma, Corumbauzinho y Aldea Nova, establecidas en Itamaraju; Corona Roja y Mata Medonha, en Santa Cruz de Cabrália; y, por fin, Aguas Belas, Craveiro, Tauá, Tíbet, Córrego del Oro, Cahy y Alegría Nova en el Prado.
De acuerdo a los datos de población rural de los cuatro municipios  del estado de Bahìa mencionados se concluye que de los 50,000 habitantes, 10,000 corresponden a la etnia pataxo.
En el estado de Minas Gerais, por el contrario, en los municipios de Carmésia, Itapecerica y Araçauaí se registran 349 pataxos que representan el 1,9% de la población rural.
Los pataxó viven en el extremo sur del Estado de Bahía, en 36 aldeas distribuidas en seis Territorios Indígenas - Aguas Belas, Aldea Velha, Barra Velha, Imbiriba, Corona Roja y Mata Medonha - situadas en los municipios de Santa Cruz Cabrália, Porto Seguro, Itamaraju y Prado.

En el estado de Minas Gerais, los pataxó viven en siete comunidades, de las cuales cuatro - Sede, Imbiruçu, Retirinho y Alto de las Poses - están ubicadas en el Territorio Indígena Fazenda Guaraní, municipio de Carmésia; Muán Mimatxí, en un inmueble cedido a la Funai por el Servicio de Patrimonio de la Unión, en el municipio de Itapecerica; Jundiba / Cinta Roja, en el municipio de Araçuaí y también habitada por los Pankararu; y Jeru Tukumâ, en Açucena

Las comunidades de Minas Gerais se formaron indirectamente a partir de los episodios del "Incendio de 51" y de la creación del Parque Nacional del Monte Pascual (PNMP), así como, posteriormente, del "reconocimiento" de los pataxó por la Funai, en 1971, lo que los habría atraído hacia este estado, donde ya había una representación del órgano que podría prestarles asistencia (informaciones cedidas por José Augusto Laranjeiras Sampaio).
En julio de 2010, grupos pataxó de TI Hacienda Guaraní ocuparon áreas de dos Unidades de Conservación: el Parque Estadual del Río Corriente, en el municipio de Açucena, y el Parque Estadual Serra da Candonga, en el municipio de Dores de Guanhães. Según los líderes indígenas, los comicios por la creación de nuevas tierras indígenas pretenden compensar las situaciones de insuficiencia territorial y escasez de recursos naturales a los que las poblaciones indígenas están sometidas.
Los registros históricos demuestran que la presencia de los Pataxó en la región entre el río de Porto Seguro y la margen norte del río São Mateus, en el actual estado del Espíritu Santo, se remonta al siglo 16. En ese momento el pataxó ya eran el blanco de la hostilidad y la privación de los colonos, como lo fueron constantes conflictos con otros pueblos indígenas, muchos de los cuales planteadas por los portugueses, quienes establecieron alianzas con algunos de ellos, a cambio de herramientas para Indispo y los contra los Pataxó y Botocudo, considerados los más recalcitrantes. Grupos aparentemente aliado al portugués también se han beneficiado de esta situación, ya que, por las promesas de la paz y la conversión al cristianismo, que se utilizan para atribuir a los Pataxó y Botocudo "todas las hostilidades y carnicerías" (Trimensal Revista de Historia y Geografía, 1846).

En 1757, el Directorio Pombalino - un conjunto de medidas que pretendían, formalmente, preparar a los nativos para gobernar sus aldeas - les impuso una severa disciplina. La comarca de Porto Seguro estuvo, entre 1767 y 1777, bajo la dirección del oidor general José Xavier Machado Monteiro, que no disimulaba su desaprobación por la presencia de indígenas que consideraba "de los más torpes y ociosos de Brasil ". Él combatió el uso de las lenguas indígenas y la supuesta ociosidad de los jefes de familia, al mismo tiempo que les retiraba a los hijos varones, para emplearlos en oficios, y distribuía a las niñas "por las casas de mujeres blancas y honestas". El objetivo era, pues, "civilizarlos" mediante la adquisición de nuevas costumbres y una nueva lengua, transmitida en las escuelas públicas a partir de los cinco años. Las familias indígenas eran, pues, deshechas, sin ninguna preocupación por sus intereses y sentimientos (Revista del Instituto Histórico Geográfico de Bahía, 1968).
En la segunda mitad del siglo 18, hay noticias de la existencia de 12 aldeas de "indios bravos", ubicadas en el entorno del Monte Pascoal. El cronista Luis de los Santos Vilhena recomendó, en la época, la conservación y el aumento de la villa del Prado, teniendo en cuenta su relativa proximidad de las referidas aldeas y la necesidad de favorecer la producción de su "fertilísimo terreno" y servir al mismo tiempo la barrera y el obstáculo a sus habitantes, los "bárbaros Pataxó que infestan toda la gran comarca de Porto Seguro" (Vilhena, 1969: 535).
La información de Vilhena fue corroborada y complementada por el padre jesuíta Cypriano Lobato Mendes, que actuó en una de las Misiones de Indios, no identificada, de la comarca de Porto Seguro, y envió, en julio de 1788, una representación a D. Pedro II en la cual que reclama mayor atención para la comarca, que consideraba ser la tierra más fértil y más rica de las que conocía en Brasil, donde se encontraban, en abundancia, las maderas más preciosas del país. "Mendes se refiere, además, a una celebrada Lagoa Dorada," en las viserías del monte Paschoal, [en cuyas] pañales he que dicen está situado en sus aldêas el gentil Pathaxó, que salen muchas veces a la playa a la pesquería de tortugas (.. .) ". (Consejo Ultramarino Brasil, 1788). Esta laguna sigue siendo un punto de referencia importante para los Pataxó.
Esta zona albergaba, un siglo y medio después, el Parque Nacional del Monte Pascoal, recuperado en 1999 por los Pataxó. En su entorno se distribuían, como actualmente, más de diez aldeas, cuya población se alternaba anualmente entre los ecosistemas de playa y mata para suplir su dieta alimentaria basada en la harina de mandioca, peces y / o crustáceos y moluscos .
En 1808, el Príncipe Regente D. João, recién llegado a Brasil, determinó al desembargador Luiz Thomaz de Navarro que realizara viaje por tierra de Bahía a Río de Janeiro, para el reconocimiento de la región. Al describir la punta del Corumbau, cerca del Monte Pascoal, el desembargador observó que, en la parte sur, todavía se conservaban cañeros de formidable grandeza, dejados por los indios que en este lugar estuvieron aldeados y que fueron removidos por el Ministro José Xavier Machado para la villa del, Prado (probablemente en 1767, oa partir de esa fecha, cuando la Vila do Prado fue creada por el 1º. Oidor de Porto Seguro) (Revista Trimensal de Historia y Geografía, 1846). A la época del paso de Navarro esa villa se encontraba en gran decadencia, demográfica y económica, lo que hacía sin efecto la justificación utilizada para su transferencia, es decir, "si se aprobasen de mejor commercio y se civilizar".
Vale notar que otros grupos pataxós se mantenían, sin embargo, sin contacto o en contacto intermitente con los no indígenas, incluso en el entorno del Prado. El desembargador encontró en la playa denominada Tauape un grupo pataxó no sedentario, hecho que le obligó a permanecer en vigilia toda la noche: "dividiendo a la gente en tres partes para gritar hasta el romper del alva para resistir al gentil pataxó, por haber aparecido rastro d "(...), y ser gentilmente muy atrevido y valiente, que no tiene domicillio cierto, anda errante, viviendo de la pesca, caza, y hurtos" (Revista TrimTrimensal de Historia y Geografía, 1846, p. 442).
A partir de 1810 crecieron las expectativas en relación a la fijación de los pataxó en aldeas. El nuevo Ovidor, José Marcellino da Cunha, creía estar logrando "traer a la paz casi toda la gentilidad, principalmente el Patacho", como consecuencia de la construcción de varios destacamentos (Cerqueira e Silva, 1931, p.66). Distinguidos grupos se desplazaban y sorprendían a los visitantes, que en general interpretaban sus incursiones co expresiones amistosas de deseo de contacto más regular.
En el pueblo de Crememuán (hoy denominada Caraíva), otras veces en la aldea de Comuruxatiba, destinada por el Oidor como residencia para el inglés Charles Frazer. En el caso de que se trate de una persona que no sea de su familia o de su familia, la persona que se encuentre en el lugar de trabajo.
En la década de 1820 llegó a Brasil el príncipe Maximiliano de Wied-Neuwied que, por producir registros detallados y nuevos sobre los Pataxó de la región costera, se convirtió en una de las mejores fuentes sobre el tema. En los bosques cercanos a Mucuri, también frecuentados por "otras ramificaciones de los tapuias" - tales como los Capuchos, Cumanachos, Machacalis y Panhamis - y los Maconis, Malalis, entre otros, ya en los límites de Minas Gerais (Wied-Neuwied, 1958, p. 187).
Las cuatro primeras "ramificaciones tapuias" estaban, en 1815, aliadas a los Pataxó para combatir los Botocudo, más numerosos. Esta alianza habría sido facilitada por supuestas semejanzas culturales y lingüísticas que habrían estimulado una "estrecha afinidad" y una distribución espacial más o menos compartida. Los Pataxó estarían establecidos, en la época, al margen del río Mucuri, mientras otros pueblos estarían más al norte, junto al río Belmonte, donde también vivían los Botocudo (Wied-Neuwied, 1958, 187).
Puerto seguro. Almirante Gago Coutinho y comitiva, con indios Pataxó, en 1939. Foto tomada del libro "Bajo los cielos de Porto Seguro
Puerto seguro. Almirante Gago Coutinho y comitiva, con indios Pataxó, en 1939. Foto tomada del libro "Bajo los cielos de Porto Seguro
La descripción hecha por Wied-Neuwied del grupo con el que se encontró y realizó intercambios en la villa del Prado, demuestra que se trataba de un contacto amistoso de un grupo de hombres llegados al lugar pocos días antes, oriundo de los bosques, portando arcos y flechas y transportando bolas de cera. Su objetivo era intercambiar productos del bosque por bienes producidos por los no indios, tales como cuchillos y paños rojos, que obtuvieron del príncipe. Su presencia, al suscitar más interés de lo que temo, indica que sus visitas se habían vuelto más usuales desde 1813, por medio de la mediación de un grupo maxakalí en contacto hace más tiempo (Wied-Neuwied, 1958, p. 214).
En 1857, hay informaciones acerca de una pretendida transferencia de los indios de la villa del Prado a la aldea vecina, Alcobaça, lo que provocó reacciones contrarias del subdelegado de policía del Prado y alegación de no recepción de instrucciones por parte del Director General de Indios. Cuatro años después, en 1861, el asunto fue retomado por medio de una referencia explícita a la creación, o reestablección, de una aldea en el río Corumbau, en la villa del Prado, por el vicario capitular Rodrigo Ignacio de Souza Meneses. En correspondencia enviada a la Presidencia de la Provincia, él afirmó ser de extrema necesidad la creación de una aldea en el río Corumbau, donde, "en los bravos contiguos [...] existían cientos de familias que ora estaban en las brenas y ora en Vila do Prado, sin carácter alguno hostil pero persistentes en sus costumbres selváticas, y su fertilidad y proporciones para el establecimiento de grandes haciendas (Pinto, 1861, p. 36). Estos indios iban siempre a pescar en el río Corumbau, atraídos por el pescado que allí abundaba y por los mariscos. Armaban sus ranchos mientras allí permanecían para pescar y salar el pescado, y luego transportarlo a la mata, donde vivían en la otra parte del año. Las tierras del Corumbau eran, entonces, casi todas las devoluciones.
La recomendación del vicario capitular fue fácilmente aceptada. Al hablar a la Asamblea Provincial, el 1 de marzo de 1861, Antonio da Costa Pinto, Presidente de la Provincia, trató de la creación de una aldea indígena en el río Corumbau.
La aldea mencionada no es otra que la aldea de Barra Velha, tradicionalmente denominada Buen Jardín y referida por los Pataxó, hoy, muy sugestivamente como aldea-madre. En el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, en el siglo XVIII, , concluyó que la desembocadura del río Corumbau quedaba en frente del sitio donde, actualmente, se ubica la aldea Barra Velha. Esta fue posteriormente desplazada más hacia el sur, justificando la denominación de la aldea como Barra Velha. Por lo tanto, parece incuestionable afirmar que Barra Vieja y la aldea creada a partir de 1767, y nuevamente creada en 1861, son sólo una, lo que le da una existencia de casi dos siglos y medio (245 años).
En 1949 el capitán pataxó Honorio Borges se desplazó a Río de Janeiro con el propósito de pedir providencias al Servicio de Protección a los Indios (SPI) contra la invasión de la tierra indígena. Según su hijo Severiano, que lo acompañó y era, en la época, aún niño, Honorio estuvo con el Mariscal Rondon y obtuvo de él la promesa de que algo se haría por su gente (Agustín, 1972: 62)
De regreso a Bahía, dos hombres que el capitán Honorio Borges conoció en Río de Janeiro (genéricamente designados teniente e ingeniero) lideraron, según las evidencias, un asalto a un comerciante del pueblo de Corumbau. El asalto desencadenó revueltas que culminaron en lo que es localmente referido como el 'Incendio de 1951'.
El motín, en el que participaron los pataxó de la Aldea de Barra Velha, resultó en violenta represión por destacamentos policiales de Porto Seguro y Prado, en la muerte de un indio y de los dos líderes no indígenas, en la cárcel de 38 indios, capitán Honorio Borges, y en el incendio de la Aldea de Barra Velha, lo que provocó la dispersión de los demás, en desesperación.
El 11 de junio de 1951, el comandante de las tropas, Mayor PM Arsenio Alves, declaró que el levantamiento fuera político y comunista y que en Barra Velha había encontrado listas de direcciones de militantes de Bahía y otros estados (A Tarde, 11/06 / 1951). En lo que concierne al incendio de la aldea, él afirmó haber sido una medida sanitaria, aconsejada por el médico de la fuerza policial, una vez que en el interior de las casas había, pudriendo, "... bueyes abatidos dos días antes ... (La Tarde, 06.11.1951).

Después de cierto tiempo los fugitivos regresaron, gradualmente. Pedro Agustín, al examinar fotos aéreas de 1957, registró cuatro casas claramente visibles en el sitio de la Aldea y, muy cerca de allí, dos claros recientes que él supuso abiertas para los campesinos (Agustín, 1972: 68). Honorio Borges ya no regresó, habiendo fallecido en Canavieiras, donde se instaló después de salir de la cárcel.
El status de aldea no coincide necesariamente con la regularización agraria de la tierra y generalmente está relacionado a la organización sociopolítica, tal como la designación de un cacique propio. Pero otros elementos también son significativos, a ejemplo del establecimiento de escuelas en las comunidades, tal como enunciado por el cacique de Barra Velha, en 2006, para diferenciar "retomada" de "aldea": "es pueblo cuando tiene escuela" (Miranda, 2009, 34).
Intentar establecer el orden de antigüedad de las aldeas puede generar equívocos, pues viejas aldeas pueden haber sido invadidas y sólo más recientemente reubicadas. El viejo paje de Boca da Mata, Manuel Santana, cuya memoria y capacidad de observación son dignas de destaque, afirma, con mucha convicción, que la aldea Calavera, entre los ríos Corumbau y Jibura, no es más antigua que la aldea Imbiriba. Acogida tal afirmación, tendríamos que revisar la posición con respecto a la aldea Barra Velha, cuyas evidencias históricas indican haber sido creada en 1861 y que ha sido considerada, por los antropólogos y por los Pataxó, como su más antiguo establecimiento.

Cada aldea tiene un líder, denominado cacique, que constituye un portavoz externo y un articulador interno. Las razones variadas pueden dar lugar a que alguien, en general del sexo masculino, se convierta en un cacique, raramente prevaleciendo mecanismos de sucesión por herencia o prerrogativa de una familia, como ocurre en Barra Velha, donde los Ferreira fueron los primeros caciques - Machadinho, João Vicente y Marcelo - y los primeros en regresar a la aldea tras el "fuego de 1951". Los primeros retornados habrían sido Epifanio Ferreira, elevado a la condición de cacique / capitán, y su hija Josefa, una especie de alter ego del padre. Gabriele Grossi demuestra la concentración del poder político en Barra Velha en el interior de la familia Ferreira (2004).
El número significativo de aldeas pataxós en la actualidad se debe al proceso de reanudación de parcelas del territorio tradicional de las cuales los indios fueron esbulados en distintos momentos históricos. Hay también, más recientemente, ocurrencia de facciones de aldeas o grupos, que resultan, muy probablemente, de una relación desproporcionada entre el número de personas y el monto de recursos ambientales disponibles.
Los pataxó se remiten, muy a menudo, a los Abatirás, "Baquirás" o "Abaquirás" ya los Habiá. Los primeros están relacionados a la Juacema o punta de Juacema, como es más conocido ese lugar, un tramo de la costa de Porto Seguro donde los acantilados avanzan sobre el mar, ubicándose entre los ríos del Frade y Caraíva, más cerca de este último. La primera referencia que Carvalho registró sobre el tema fue en Barra Velha, en 1976, período en que los Pataxó aún permanecían en gran aislamiento. Al tratar de extraer informaciones sobre la "historia de los antiguos", ella oyó, después de cierta resistencia, de Juan Nascimento, ya fallecido y reputado, en la época, como relevante depositario de la tradición, "que allí base de unos 03 días llegó a los indios, allí arrasó a Juacema. Estos indios eran de arriba. Llegó los indios por tierra, por encima del terreno, con arco, y el Baquirá por debajo del suelo ... Baquirá es indio bravo, bravo mismo. Creo que ellos viven debajo del suelo que aún no han descubierto esa aldea. Cavaron un agujero, tiene dos huracán ... uno cerca de la costa y otro allá arriba. "Creo que nunca descubrieron esa aldea de indios, llaman Baquirá" (Carvalho, 2008: 17).
El mismo informante declaró, al mismo tiempo, que los antiguos decían que ellos venían a hacer guerra aquí afuera. Brigando de arco, era así que peleaban. "En Juacema, el hijo del caboclo, del indio, cogió un bien-te-vi (indio de la frontera de la costa mismo, Pataxó) y ese bien te vi hizo una guerra con ellos. El hijo del civilizado golpeó al hijo del caboclo y tomó el bien-te-vi. Se fueron a mata llamar a los demás y cuando vinieron, hicieron una guerra. Y los demás, los Bauza, salieron debajo del terreno. Hicieron guerra y terminó con la Juacema. Salieron debajo del suelo - tiene el agujero de donde salieron, los Baquirá. Los antiguos contaban eso y prueba que aún hay allí los agujeros "(Carvalho, 2008: 18).

La tradición oral pataxó es reproducida por la tradición escrita de los viajeros, cronistas e historiadores. El príncipe Maximiliano de Wied-Neuwied, en visita a la región, a lo largo de los años 1816-1817, pasó por el lugar, descrito como una llanura seca de campos, alcanzada después de recorrer altas y empinadas ribanceras de arcilla y arenis, seguidas de una senda escarpada hasta la cima de las barreras, después de lo que el visitante entra en Juacema. De acuerdo con la tradición de los residentes locales registrados por el príncipe, fue en los primeros días de la colonización portuguesa, un pueblo grande y poblada por lo que llama, o Insuacome, que fue destruida por la guerra con un bárbaro y antropófoga nación de Abaquirás o Abatirás. Para el príncipe, esa tradición se basaría, indiscutiblemente, en las devastaciones causadas por los Aimorés o Botocudos a la capitanía de Porto Seguro, cuando la invadieron en 1560, ocasión en que también asolaron los establecimientos al margen del río Ilhéus, o S. Jorge hasta que gobernador, Mem de Sá, los rechazó. (...) "(Wied-Neuwied, 1958, p.21).
Tanto los Bakirá como los Habiá son seres vivos, siendo los segundos descritos por aquellos que los ven y con ellos se comunican, como morenos, hablantes de la lengua corriente, de tamaño normal y aspecto humano, y con la peculiaridad de no comer sal. Hay, además, el somsim saperé, un hombre con la pierna enrollada en la otra, lleno de herida. Es humano e invisible. Pero, al igual que los humanos, los "bichos del bosque" encantan. Caipora, por ejemplo, es una mujer, dueña de la creación del bosque. Se trata de un secreto ... porque es encantada. Se comenta largamente que en el pie del monte "tiene un animal de hombre, queda bajo el suelo". El boitatá es también un hombre invisible, con fuego sobre la cabeza. El giburinha es también invisible, un hombre pequeñito que, por el rastro, tiene unos centímetros. Pero le gusta la mujer y las embarazadas. En Barra Vieja nacieron cuatro gibura hembras. Él ríe la mangaba, caxandó, guaru, la mujer come ... cuando el niño no sale pequeño, sale con diente, es producto del gibura. También tiene una calidad de negociación, una gente de agua encantada, cuando presiona a una mujer, ella se sumerge profundamente con él y tiene sexo. La piel es oscura, como de nutria, ariranha.

Matrimonio
Según relatos de algunos de los indios más viejos registrados por María Rosário de Carvalho en la aldea de Barra Velha, en la década de 1970, en el pasado, casaba primo con primo para no acabar la nación, ahora es que ha modificado. [...] Ellos cortaban palo, una tora de palo ... si el chico guiarse a coger aquella tora de palo, estaba bien de casarse. Si la muchacha también guiara suspender, estaba buena de casarse. Si en un guento, en un buen casamiento todavía. La boda era con un pariente, con primo ... fuera no, todo era pariente ".
relativa".

La práctica era entendida como un prerrequisito para la realización del matrimonio a medida que probaba la capacidad física de los pretendientes en proveer necesidades mutuas en situaciones de riesgo: cuando uno se enferma por la mata, un dolor o sentido de un bicho, bota aquel hombre en la espalda y venía con él para ranchería. Si ella se enfermara también por las matas, él tenía que traerla en la espalda. Pues tenía que suspender el palo ".
En Corona Roja, es común oír relatos de que, en tiempos pasados, cuando un muchacho se interesaba por una muchacha, le arrojaba una piedrecita. En un nuevo encuentro, si la muchacha deseaba corresponder al cortejo, retribuía, arrojando otra piedrecita. Durante algún tiempo, los enamorados proseguían con el juego de piedritas, hasta que el muchacho lanzara una flor, como señal de solicitud de matrimonio. Este acto era seguido de una conversación entre la pareja y el cacique, que se dirigía a los padres de la joven para formalizar la unión (Castro, 2008, pág. 123).
Juan Nascimento relató a Carvalho, en 1976, que en su tiempo, el hombre interesado pedía a la joven en matrimonio a su padre, marcaba el día para "juntar", generalmente el sábado por la noche, "cantaba, hacía aquella rueda". Además, para que hubiera la unión consensual, el muchacho debería disponer de alguna fuente material que asegure la reproducción de la pareja y de la futura prole: "teniendo donde comer, casaba", y un refugio - kijemi - separado de las familias de orientación.
Los "matrimonios de antiguamente" solían ser realizados en edad tierna. Muchas mujeres decían, en los años 1970, haber casado "modernas / pequeñas". De acuerdo con esa expresión, era el marido quien las "creaba". "Él ya era hombre de mujer y yo niña. Yo era niña, pero tenía cuerpo. En situaciones en que rumores eran suscitados por ciertas relaciones afectivas - "el personal hablaba que él tenía bolido con aquella muchacha" - la expectativa de todos era que los involucrados pasas a vivir juntos. El intercurso sexual antes de la unión consensual se caracterizaba como robo, siendo frecuentes los comentarios sobre robos entre las aldeas.
Actualmente, la práctica de cargar la tora ha sido recuperada en ceremonias realizadas en la Reserva de la Jaqueira, en la Aldea Corona Roja. Así, algunas bodas religiosas, tanto los contraídos en la Iglesia Católica, como en las innumerables iglesias evangélicas establecidas en el entorno de la TI, son sucedidas por el ritual indígena, en una gran fiesta que atrae indios y no indios. Además de cargar el peso equivalente al de la novia, el novio debe mostrar habilidades con el arco y la flecha. Después de estas pruebas de resistencia, acompañadas por la asistencia con entusiasmo, el cacique conduce una ceremonia en la lengua pataxó, el Patxohã (Castro, 2008, p. 123).

Ritual del Awé
El ritual del Awê es el único considerado "cosa de los antiguos". Es "algo que siempre existió y que ni los abuelos de los viejos sabían decir cuando comenzó [...]. Parece que cuando se hacía un Awê antiguamente era una sola música / danza todo el tiempo. Pero hacer un Awê es una expresión que hoy [se] refiere a contextos diferentes de fiestas [...] engloba un conjunto muy variado de coreografías, cada uno con un sentido determinado "(Grunewald, 1999: 251) . El Awê requiere cauim y, eventualmente, aluá, una bebida fermentada de granos de maíz molidos o cáscaras de frutas, como la piña, entre otras.
Por otro lado, la existencia del Toré, entre los Pataxó, siempre fue negada: "El Toré es del norte, no es nuestro". Algunos, a ejemplo del pajé Manoel Santana, reaccionan, muy negativamente, a la posibilidad de admisión de esa práctica, bajo el argumento de que "no puede copiar eso ahí, no, que no es nuestro, cuando el personal del norte llegue, vamos a pasar vergüenza y no puede cantar eso allí. Cada uno representa lo que es suyo. ¿Representar lo que es de los demás? ".
Los rituales indígenas, en el contexto etnográfico del Nordeste, tienen un fuerte acento sobre su carácter privado, bajo la forma del "secreto". Es común, pues, la referencia a un Toré pasible de ser compartido con asistentes no indígenas, y otro, privado, cuya participación constituye una prerrogativa exclusiva de los indios. El Awê de los Pataxó establecidos en el extremo sur del sur parece enfatizar la expresión pública, al contrario de lo que ha sido observado en relación al Toré, considerado por ellos como "de los indios del Nordeste, más allá arriba". En el caso de la Corona Roja, en el contexto público y en contextos íntimos y exclusivos, tales como en conmemoraciones de reanudación de tierras o celebraciones en la Reserva de la Jaqueira (Neves, 2012: 155).
Según el relato de Grunewald, el líder Nelson Saracura cree que los indios de la Corona Roja están "rescatando una ceremonia antepasada", pero que ese rescate no puede ser mostrado al no indígena, "porque tiene que tener un secreto d, partidos
Arsgwaksá
En agosto se celebra, anualmente, el Arsgwaksá, la fiesta conmemorativa del aniversario del Proyecto Jaqueira, cuando, simultáneamente, se vehicula la cultura Pataxó. Las festividades incluyen presentación del Awê, pruebas físicas como carreras de troncos y distintas modalidades de "representación pública de la india Pataxó", tales como las bodas tradicionales, precedidas por una demostración de fuerza física de los pretendientes masculinos, es decir, el transporte de troncos de madera , las mismas utilizadas en competiciones en los juegos indígenas (Neves, 20123, p. 166-167).

La denominada Semana Santa era referida como ocasión para el uso de máscaras de calabaza, cada una bajo una denominación. "Tenía un tal de Mandu, un bicho de cabeza grande, caipora, buey ... Salía en la Semana Santa". Se trata, aún hoy, de período en el transcurso del cual se manifiestan hábitos más formales, tal como el trato con cierta reverencia hacia los más viejos, como tomarles la bendición, arrodillados, como expresión del parentesco efectivo o presuntivo que une el joven al más viejo: "¡La bendición, mi tío! ¡Mi primo! ¡Mi padrino! ". Aparentemente, no hay conexión directa y consciente, para los Pataxó, entre la Semana Santa - fiesta cristiana en conmemoración a la resurrección de Cristo - y el uso de máscaras de animales. Habría, apenas, muy probablemente, el recuerdo de un marcador temporal de influencia cristiana.

Los Pataxó conmemoran, tradicionalmente, las fiestas de Folia de Reyes, el 6 de enero; de San Benito, el 20 de enero; y de Nuestra Señora D'Ajuda, el 15 de agosto. En 1971, Agustín registró que, en días de fiesta, especialmente de reyes, bailan con máscaras hechas de calabazas y pieles "(Agustín, 1972: 83).

Folia de Reyes
Son comunes los relatos de que la folia o limosna del Divino Espíritu Santo, procedente de Comuruxatiba, municipio del Prado, hace mucho tiempo visita la aldea de Barra Velha en la víspera de Reyes. Un grupo de folios que compone el préstito llega, cargando una bandera, y se dirige a la capilla, tras recoger limosnas, de casa en casa, acompañado de la población local. A cada visita / contribución, la persona visitada se integra a los folios, que conduce la caja con las donaciones. La reza nocturna atrae a toda la población local, y después de las oraciones, los conductores - los "cantantes de los reyes", que utilizan cavaquitos, panderos y tambores - entonan la folia del Espíritu Santo.

En el arruinado principal de la aldea, son armadas barracas iluminadas por lámparas. La discoteca es el centro de atención, reteniendo parte de los participantes, mientras que otra circula y participa de la fiesta. La mayoría de los niños, muchachas y chicos, desfila con ropa nueva, aguardando la fiesta que se realizará en la casa del fiestero.

Fiesta de San Benito
El día 20 de enero es el turno de la limosna de San Benito, también procedente del Prado, llegar a las inmediaciones de Barra Velha, acompañada por un número razonable de personas. Los Pataxó van a su encuentro y, poco después, introducen la limosna en la aldea, desplazándose a la iglesia, donde cantan. Los visitantes son recibidos con buena cantidad de comida, en general carne de cerdo y harina de mandioca.

En el inicio de la fiesta, en la casa del fiestero, animada por los tocadores y un tocadiscos, se bebe cauim, también llamado jaroba. Los coxos con esta bebida se distribuyen a los participantes. En general se usa caldo de caña y no azúcar: "nuestra cachaça es nosotros mismos que hace. Cocina mandioca, bota dentro de un cocho y deja pasar unos cuatro días. Después está todo hervido. Y de ahí en adelante bota dos latas de caldo de caña dentro y tapa. Con cuatro días en adelante está todo girado en cachaça, es que un vinagre, alcohol puro ".

Fiesta de Nuestra Señora D'Ajuda
La romería de Nuestra Señora D'Ajuda ocurría a partir del 6 de agosto y tenía su ápice el 15 de agosto, cuando se homenajeaba la patrona del Arraial D'Ajuda en una misa realizada en la iglesia del mismo nombre. Pataxós de las innumerables aldeas de Bahía para allá se desplazaban con el propósito de saldar promesas hechas a lo largo del año. Además, el Santuario del Arraial D'Ajuda, referido como el más antiguo del país, atraía, en la década de 1970, indios afectados por casos de irradiación o manifestación de encantados que buscaban un curador famoso allí residente (Carvalho, 2008, p. 42) ).
Jogos pataxó
Os “Jogos Indígenas Pataxó” são um evento esportivo e cultural que acontece, anualmente, na comunidade de Coroa Vermelha, na semana que antecede o dia 19 de Abril. Diversas equipes participam de diferentes modalidades esportivas e culturais, tendo como principal lema celebrar e não competir. As equipes são formadas, em média, por 20 pessoas com idades que variam entre 12 - 70 anos, a maioria tendo, porém, entre 15 a 30 anos. As crianças participam de forma significativa nos jogos.
Sua primeira edição ocorreu em 2000, e teve como referência os “Jogos Indígenas Nacionais”, dos quais os Pataxó participam. Se nas primeiras edições as equipes eram formadas apenas por membros da comunidade de Coroa Vermelha, hoje, além de outras aldeias pataxós, há participantes de outras etnias estabelecidas na Bahia.
A Praça do Cruzeiro, que faz parte da Terra Indígena de Coroa Vermelha, é o local que sedia as atividades. A comunidade aproveita um campo de futebol de areia, entre duas cruzes, e constrói pequenos kijeme [casa; choupana] ao redor, para agrupar as equipes participantes, bem como monta um pequeno palco, onde são dispostos os equipamentos de som. Também é construída, exclusivamente para os jogos, uma cozinha de palha, onde todas as equipes se reúnem para as refeições.
Os jogos têm uma coordenação, que varia a cada ano, formada pela comissão organizadora do evento e por uma equipe de voluntários. Toda a comunidade indígena é mobilizada. Aproximadamente quinze dias antes do evento, começa a preparação das equipes, a elaboração dos adornos corporais e o preparo das pessoas que participarão das modalidades esportivas e culturais.
As modalidades esportivas compreendem corridas de tora e maracá, futebol, arco e flecha, e arremesso de tacape, dentre outros. No desfile da ĩhé baixú [a participante mais bonita], cada equipe apresenta a sua candidata acompanhada de um kakusú [homem; eventualmente marido], não havendo nenhuma restrição etária para a participação. O primeiro, segundo e terceiro lugares são escolhidos por um grupo de jurados.
Embora essa grande festa se denomine Jogos Pataxó, aludindo, assim, a atividades esportivas, ela constitui, de fato, um momento próprio, no decorrer do qual a identidade cultural do grupo se fortalece.
Arissana Braz Bomfim de Souza (2012)





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