Parece una afirmación que va contra el sentido común. Los climas húmedos y lluviosos se caracterizan porque no hay erosión de suelos ni transporte de sedimentos, ni sedimentación física en la desembocadura de los ríos. Sin embargo hay acción química y liberación de cationes (p.ej. Na, Ca, K, Si). Solamente hay erosión en el fondo de los cauces fluviales que tienden a profundizarse.
Por el contrario, los climas áridos y semiáridos presentan muy intensos procesos de erosión acuática (y secundariamente eólica), transporte de sedimentos (arcillas, limos, arenas, gravas) a distancias variables. No hay alteración química de los suelos y sí destrucción física y movilización de sus componentes. El relieve evoluciona hacia la destrucción de las formas positivas y el relleno de los cauces.
Estos conceptos fueron desarrollados por un geólogo-pedólogo alsaciano llamado Henri Erhart.
Un descubrimiento trascendente: la biostasia y la rexistasia
Hace un tiempo atrás, Henri Erhart, autor de "La génesis de los suelos en tanto que fenómeno geológico" viajó por barco cruzando los ríos Congo y Amazonas.
Erhart estaba intrigado por la escasa turbidez de las aguas. No había sedimentos, ni arcillas, nada del color marrón que uno puede esperar de ríos caudalosos drenando cuencas tan extensas. Fue en ese momento que se dió cuenta de que las características de estas aguas no representaban más que la expresión sintética de lo que pasaba en las cuencas de los ríos. Los grandes cursos fluviales provenían de cuencas de selvas húmedas donde no había erosión. Son ambientes en que predominan los procesos químicos de origen orgánico. Las aguas fluviales estaban exportando sales, en forma invisible, lenta pero seguramente. Los suelos estaban perdiendo sus iones disueltos en el agua en dirección al mar. Sin embargo, casi no había transporte de ningún sedimento. Los cationes de calcio, sodio, potasio, magnesio, silicio, los aniones de carbonatos, fosfatos y cloruros eran transportados disueltos en el agua en pequeñas proporciones, pero al cabo de cada año se evacuaba un volumen impresionante de sales hacia el mar contribuyendo a aumentar gradualmente la salinidad de los mares o proveyendo materia prima para las caparazones u otros componentes de los organismos marinos.
Estos conceptos fueron desarrollados por un geólogo-pedólogo alsaciano llamado Henri Erhart.
Un descubrimiento trascendente: la biostasia y la rexistasia
Hace un tiempo atrás, Henri Erhart, autor de "La génesis de los suelos en tanto que fenómeno geológico" viajó por barco cruzando los ríos Congo y Amazonas.
Erhart estaba intrigado por la escasa turbidez de las aguas. No había sedimentos, ni arcillas, nada del color marrón que uno puede esperar de ríos caudalosos drenando cuencas tan extensas. Fue en ese momento que se dió cuenta de que las características de estas aguas no representaban más que la expresión sintética de lo que pasaba en las cuencas de los ríos. Los grandes cursos fluviales provenían de cuencas de selvas húmedas donde no había erosión. Son ambientes en que predominan los procesos químicos de origen orgánico. Las aguas fluviales estaban exportando sales, en forma invisible, lenta pero seguramente. Los suelos estaban perdiendo sus iones disueltos en el agua en dirección al mar. Sin embargo, casi no había transporte de ningún sedimento. Los cationes de calcio, sodio, potasio, magnesio, silicio, los aniones de carbonatos, fosfatos y cloruros eran transportados disueltos en el agua en pequeñas proporciones, pero al cabo de cada año se evacuaba un volumen impresionante de sales hacia el mar contribuyendo a aumentar gradualmente la salinidad de los mares o proveyendo materia prima para las caparazones u otros componentes de los organismos marinos.
También se dio cuenta Erhart de que éste era el origen de las calizas geológicas. Estas rocas eran el resultados de viejos procesos de pedogénesis (meteorización) en ambientes de selvas húmedas. Los actuales barros calcáreos del fondo del océano son los equivalentes de aquellas antiguas calizas que se habían formado hace 100 ó 200 millones de años en la Era Mesozoica cuando los dinosaurios recorrían la tierra.
Sin embargo, estos barros calcáreos del pasado no habían continuado formándose eternamente. Sabemos que un día los sedimentos calcáreos dejaron de formarse y encima de ellos se acumularon sedimentos diferentes.
En primer lugar aparecen formaciones arcillosas, margosas (arcilloso- calcáreas) y limosas y más tarde se encuentran materiales arenosos (areniscas). El conjunto de estos depósitos detríticos reciben el nombre de flysch. En posiciones superiores se encuentran unidades conglomerádicas que se conocen geológicamente con el nombre de molasas.
Erhart leyó el libro geológico constituido por las capas antes mencionadas y llegó a la conclusión de que éste era un indicio de que la selva había desaparecido y que los suelos comenzaban a ser erosionados.
A ello hay que agregar la ocurrencia de ascensos orogénicos en los geosinclinales que dieron lugar a la “continentalización” de las zonas de acumulación marinas.
La presencia de materiales detríticos es resultado de la erosión de los suelos, y el aumento del tamaño de grano de los mismos se relaciona sobre todo con la disminución de la profundidad del fondo marino. Las arcillas, margas y limos se depositan en aguas someras y de profundidad media, las arenas en aguas litorales y los conglomerados en los valles fluviales que se formaron luego de la emergencia de los sedimentos sinclinales.
Al período de estabilidad geológica, en que predomina la alteración química en los continentes, correspondiente con las acumulaciones calcáreas, lo llamó biostásico. A las épocas de inestabilidad en donde dominaron los procesos erosivos y los sedimentos detrícticos, lo denominó rhexistásico.
Hoy, al igual que en otras épocas, muchas grandes selvas están desapareciendo. Esta vez no se trata de una evolución natural, del tipo de las que ocurrieron periódicamente en la historica geológica, sino de un proceso debido a la acción humana. Los procesos de deforestación se han generalizado. Los bosques se talan y queman, los suelos se erosionan, las aguas limpias de los ríos se transforman en flujos barrosos. Sobrevolando el río Amazonas, cada año tenemos nuevas sorpresas. Los afluentes se vuelven amarillos y marrones. El río Amazonas ya no es verde oscuro. En términos geológicos, las selvas se mueren.
En otros tiempos las cosas eran distintas, algunos bosques morían pero otros nacían y por lo tanto habían siempre selvas que contribuían a mantener estables los niveles de CO2. Hoy, todos los bosques están desapareciendo al mismo tiempo. Sin lugar a dudas, los efectos serán múltiples y tal vez irreversibles. A pesar de que no podemos pronosticar los detalles de la evolución futura del planeta se puede prever, sin temor a equivocarse, de que algo grave, tal vez irreparable, se está gestando y terminará concretándose si no revertimos la dirección de los procesos con urgencia.
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