Los invasores europeos
que llegaron a tierras americanas provenientes del Oriente, acostumbraban
llamarse a sí mismos "occidentales".
Era una vieja historia que había
tenido lugar hacía más de un milenio.
Cuando el Imperio europeo de los Romanos
se dividió en dos, a la mitad del Este se le llamó Oriente, y a la del Oeste,
Occidente. En esa época, los europeos del oeste pensaban que ellos eran los
pueblos más occidentales del mundo.
Por esa razón y algunas otras que sería
largo de enumerar aquí, los europeos del oeste acostumbraron a llamarse a sí
mismos "occidentales".
Pero no era cierto. Mucho más al oeste,
lejos, en la dirección del sol poniente, del otro lado del océano, existían
cientos de naciones más antiguas que las propias naciones europeas. Los
europeos no lo sabían, pero en el Occidente remoto y verdadero existía un
enorme continente amistoso y pródigo: Amerrique.
Aún subiéndose en las cimas de
las montañas más altas de Haití o de Cuba no es posible divisar la orilla
oriental del Mar-Océano. Durante largo tiempo la mayor parte de los pueblos que
habitaban las costas de Amerrique no se preocuparon por la posible existencia
de otras gentes del otro lado de las aguas. Probablemente porque no pensaban
cruzar los mares para ir a encontrarlas.
Por muchos años, tal vez más de
trescientas treinta y tres generaciones, americanos y europeos permanecieron
aislados con escasos o nulos contactos entre ellos.
Pero una noche de otoño, en el archipiélago americano de
los lucayos, los pobladores isleños percibieron la aparición de tres grandes
canoas, muy diferentes de las conocidas, de donde desembarcaron ex-traños
hombres, con raras vestimentas e incomprensible lenguaje.
Los recién llegados
venían de un continente que estaba más allá del mar, hacia el Oriente, al; que
llamaban Europa.
El verdadero Mundo Occidental es Amerrique.
El continente del
águila, del tucán y del cóndor.
La tierra del avatí, del frijol y la mandioca,
gran país de llamas y guajolotes, hogar de antiguas naciones sabias y
prósperas, poblado de dioses poderosos y espíritus imprescindibles.
A pesar de
que los europeos, y mucha gente que no lo es, afirman que Europa es el Mundo
Occidental, esto no es exacto.
Para los pueblos americanos, Europa está en la
dirección adonde sale el sol.
Las naves de los invasores vinieron del Levante.
Hacia el Levante lleva-ron oros y riquezas. El Nuevo Mundo no es nuevo, Es
viejo.
Es tan antiguo como el conocimiento de la naturaleza que lo impregna.
Es
un continente en donde han coexistido por mucho tiempo una enorme diversidad de
pueblos. Durante siglos y milenios las mujeres y los hombres amerricanos
aprendieron a través de innumerables experiencias y los ancianos les enseñaron
muchas cosas a los jóvenes. Este mundo antiguo de occidente es la gran
Tierra-Madre para todos sus pueblos. Está hecha de infinitos lugares y de
tiempos. En sus paisajes se respira el pasado en cada brisa. Los jóvenes de hoy
y los de antes conviven en la Tierra de los Muchos Nombres. Es la Isla
Tortu-ga, la Tierra-donde-sopla-el-viento, Abya Yala, hogar de los qwaniy los
kurupí, la ñuke-mapu de los pueblos del Sur, Amerrique.
Epílogo del libro Amerrique, los huérfanos del paraiso. D.Antón, Piriguazú Ediciones.
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