Las naciones chanáes del sur
Los chanáes eran pueblos de
pescadores y cazadores de mamíferos y otros animales acuáticos, que se
desplazaban en canoas hechas a partir de troncos de árboles ahuecados y que
vivían en aldeas protegidas por empalizadas en zonas no inundables del delta o
la llanura aluvial del Paraná.
Eran naciones de carácter
pacífico, que fueron rápidamente controladas por los invasores, quienes
procuraron organizar encomiendas o reducciones para una mejor explotación de su
trabajo. Las encomiendas fracasaron debido a las mortandades y fugas, mientras
que las reducciones, que perduraron algún tiempo, también se fueron
extinguiendo gradualmente por razones análogas.
Algunas reducciones continuaron
por un período mayor, como es el caso de Santo Domingo de Soriano, que fuera constituída en la banda
occidental del Uruguay durante el siglo XVII, con chanáes traidos desde el
Paraná, . En las décadas siguientes las familias de Santo Domingo fueran
trasladadas a la isla del Vizcaíno en la margen oriental del Uruguay, y
finalmente, ya en el siglo XVII, fue situada en la ubicación actual, al
sur de la desembocadura del río Negro.
Desde el punto de vista étnico,
los chanáes del Paraná estaban emparentados con otros pueblos chanáes (también
llamados arawak), localizados en el Paraguay medio (chaná- guanáes), en el pie
de monte andino de la actual provincia boliviana de Santa Cruz (chanés), en el
Chaco boreal (mojos y baures), en la Chapada dos Parecís (parecís) y en otras
zonas del continente.
Los timbúes
Los timbúes eran una de las
naciones chaná más numerosas del valle
inferior del Paraná. Su población era del orden de 15,000
individuos, tal vez más.
Habitaban en ambas márgenes y en
las islas del delta (que compartían con otros grupos: guaraníes y charrúas).
Debido a las características
dominantemente acuáticas de la región deltaica y zonas aledañas, su actividad
principal era la pesca y la caza de mamíferos y aves acuáticas.
Navegaban los canales entre las
islas con canoas construidas a partir de
troncos de árboles. Según Schmidl había por lo menos unas cuatrocientas canoas,
que eran propulsadas por unos 16 remeros
cada una (lo cual equivale a más de 6,000 remeros en total)
Los suelos del delta y llanuras
aluviales paranaenses son frecuentemente arenosos y por tanto no es posible
desarrollar actividades agrícolas significativas. Por esa razón, los invasores
encontraron pueblos que no practicaban el cultivo de la tierra en forma aparente.
Esto se aplica a otros pueblos
que habitaban la misma región, como los charrúas y querandíes, y en menor grado
a los guaraníes.
De todos modos, los hallazgos arqueológicos recientes permitieron
desenterrar una industria alfarera que incluye abundantes platos grandes que
indicarían «la existencia de una economía basada en el cultivo de la mandioca»29
Los chana- timbúes de acuerdo a Schmidl
Schmidl relata en forma
ilustrativa la partida del grupo
expedicionario desde Buenos Aires, su viaje de más de 400 kms (84 leguas) aguas
arriba por el río, así como los principales rasgos de la nación chaná-timbú
paranaense y la recepción que le ofrecieron los timbúes al llegar:
«Nuestro capitán Juan Ayolas
mandó convocar los cuatrocientos hombres de la tropa y los embarcó en los
buques, y viajó aguas arriba por el río Paraná. También viajó con nosotros
nuestro supremo capitán general don Pedro Mendoza; y estuvimos en viaje durante
dos meses, pues hay ochenta y cuatro, leguas desde donde habíamos dejado los
cuatro buques hasta el lugar donde habitan los Timbús. Estos llevan en ambos
lados de la nariz una estrellita, hecha de una piedra blanca y azul, y son
gente de cuerpo grande y fornido.... La fuerza de los indios es mucha, como
sabréis por mí más adelante, y no comen otra cosa que carne y pescado: en toda
su vida no han comido otra comida. Se calcula que esta nación tiene como quince
mil hombres, más bien más que menos; tienen canoas, iguales a esas que allá en
Alemania se llaman barquitos, y usan los pescadores. Estas canoas se hacen con
un árbol y tienen un ancho de tres pies en el fondo y un largo de ochenta pies.
Pueden viajar en ellas cualquiera sea el tiempo hasta diez y seis hombres y
todos deben remar; tienen remos como los que usan los pescadores en Alemania,
salvo que no son reforzados con hierro en la punta de abajo.
Cuando llegamos con nuestros
buques a cuatro leguas de su pueblo, nos divisaron y vinieron a nuestro
encuentro como en cuatrocientas canoas, y en cada una había diez y seis
hombres, y se nos acercaron pacíficamente. Nuestro capitán regaló entonces al
indio principal de los Timbús, que se llamaba Cheraguazú, una camisa y un
birrete rojo, un hacha y otras cosas más de rescate. El tal Cheraguazú nos
condujo a su pueblo, y nos dieron carne y pescado hasta hartarnos; si este
viaje hubiera durado diez días más, todos nos hubiéramos muerto de hambre. Así
y todo murieron, durante ese viaje, cincuenta de los cuatrocientos hombres».
Los beguás
Los beguás o mbeguás eran
probablemente pueblos chanás que habitaban las islas y orillas del Paraná
inferior, aguas abajo delos timbúes, extendiéndose hacia el estuario platense e
incluso hasta la costa atlántica.
La presencia de beguás ha sido
constatada en la zona de
Hay una descripción de Roger
Barlow, expedicionario con Gaboto, de 1528, que señalaba que «sobre la costa de
Santa Lucía y hasta San Salvador hay ciertas generaciones de indios llamados
biguais y charnais que viven de la caza y de la pesca y no se comen unos a
otros.»30
Dos años después (1530) se
conservan declaraciones de Juan de Valdivieso, de la armada de Sebastián Gaboto
en donde se señala que se encontraron «dos canoas de indios de la nación de los
beguales e vinieron a bordo de dicha nave capitana» y al preguntarle un
intérprete de dicha nación de donde venían indicaron el Cabo Santa María (probablemente Punta del Este actual). 31
De acuerdo a esta información,
los beguás se trasladaban habitualmente por vía marítima de un punto a otro de
sus dominios tradicionales. Es probable que otros pueblos procediesen de la
misma forma, y aunque no existen suficientes datos para asegurarlo es razonable
imaginar que este tipo de transporte y comunicación sería habitual.
Los corondás
Los corondás eran una nación
localizada unos veinte kilómetros aguas arriba del país timbú, en las cercanías
de la laguna del mismo nombre, unos pocos kilómetros aguas arriba de la
desembocadura del río Carcarañá . De acuerdo a las descripciones, eran muy
semejantes a los timbú, tnato desde punto de vista de sus costumbres como de su lengua. La descripción de Schmidl es
bastante elocuente.
«Zarpamos de ese puerto, que se
llama Buena Esperanza, con ocho bergantines, y después de un día de navegación,
o sea cuatro leguas de camino, llegamos a una nación que se llama Corondá;
también viven de pescado y carne y son aproximadamente doce mil hombres
adultos, de los que pueden guerrear, y en todo son iguales a los Timbús.
También tienen dos estrellitas a ambos lados de la nariz; también son personas
garbosas y las mujeres feas, con arañazos azulados en la cara, tanto jóvenes
como viejas y tapan las vergüenzas con un trapo de algodón; tienen estos indios
muchos cueros curtidos de nutria y muchísimas canoas. Y ellos compartieron con
nosotros su escasez de carne y pescado y cueros y otras cosas más; nosotros
también del mismo modo les dimos cuentas de vidrio, rosarios, espejos, peines,
cuchillos y otras cosas, y quedamos con ellos durante dos días. También nos
dieron dos indios Carios que tenían cautivos, por su habla y para que nos
enseñara en el camino.»
Los quiloazas
Los quiloazas habitaban en la zona
fluvial del Paraná pocos kilómetros antes de llegar a la desembocadura del río
Salado sobre la margen oriental del Paraná.
Hablaban una misma lengua que los timbúes y corondás y tenían un género
de vida comparable. Según Schmidl su número era muy grande (del orden de
100,000 habitantes o más).
Su descripción es ilustrativa.
«De ahí navegamos hasta llegar a
una nación que se llama Quiloazas, que son alrededor de cuarenta mil hombres de
guerra y comen pescado y carne; llevan también dos estrellitas en la nariz como
los dichos Timbús y Corondás; las tres naciones hablan una misma lengua. Desde
los antes nombrados Corondás hasta los Quiloazas hay treinta leguas de camino y
éstos viven en una laguna que tiene unas seis leguas de largo y unas cuatro de
ancho. Con ellos quedamos cuatro días: también participamos su escasez,
haciendo nosotros lo mismo. Estos indios habita en la orilla izquierda del
Paraná.»
Los calchines
Eran los pueblos chanáes que
habitaban en la desembocadura del río Salado sobre la banda occidental del río
Paraná, a la altura de la actual ciudad de Santa Fe.
Por los datos existentes era una
nación con fuerte parentesco con los otros pueblos chanáes del sur.
Los mocoretás
Los mocoretás habitaban en el
tramo del río Paraná aguas arriba de la deembocadura del río Guaquiraro.
Al igual que todos los pueblos chanáes
mencionados anteriormente vivían sobre todo dela pesca y la caza de mamíferos y
otros animales acuáticos.
Eran bastante numerosos y de
ellos dió una descripción vívida el cronista Schmidl.
«De allí navegamos durante diez y
seis días sin que encontráramos ni viéramos gente alguna. En esto vinimos a dar
a un pequeño río, que corre hacia el interior del país, donde encontramos
reunida mucha gente que se llaman Mocoretá;. éstos no tienen para comer otra
cosa que pescado y carne, sobre todo pescado. Estos indios son alrededor de
diez y ocho mil guerreros; también tienen muchísimas canoas. Los Mocoretás nos
recibieron muy bien a su manera y nos dieron la carne y pescado que
precisábamos durante los cuatro días que con ellos nos quedamos. Habitan en la
otra orilla del Paraná, o sea en la orilla derecha, y hablan otra lengua; pero
también llevan dos estrellitas en la nariz y son gente de cuerpo bien formado;
las mujeres son feas como las antes mencionadas. Desde los Quiloazas hasta los
Mocoretás hay sesenta y cuatro leguas de camino. Mientras estábamos con esos
Mocoretás, casualmente encontramos en tierra una gran serpiente, larga como de
veinticinco pies, gruesa como un hombre y salpicada de negro y amarillo, a la
que matarnos de un tiro de arcabuz. Cuando los indios la vieron se maravillaron
mucho, pues nunca habían visto una serpiente de tal tamaño; y esta serpiente
hacía mucho mal a los indios, pues cuando se bañaban estaba ésta en el río y enrollaba
su cola alrededor del indio y lo llevaba bajo el agua y lo comía, sin que la
pudieran ver, de modo que los indios no sabían cómo podía suceder que la
serpiente se comiera a los indios. Yo mismo he medido la tal serpiente a lo
largo y a lo ancho, de manera que bien sé lo que digo. Los Mocoretás tomaron
ese animal, lo cortaron a pedazos, que llevaron a sus casas y se lo comieron
asado y cocido».
Los chanás salvajes
Aguas arriba del país de los
mocoretás, Schmidl dio testimonio de una nación que él llamó «chanás salvajes».
No sabemos cual sería este grupo nativo, y ni siquiera es seguro que fueran
efectivamente «chanáes». Hay diferencias marcadas con otros pueblos chanáes que
se extenderían incluso a su propia apariencia física.
Si bien la descripción de Schmidl dificulta su
identificación se les puede relacionar con los caingang (tapuyas de la costa de Brasil) y, de acuerdo
a ciertas referencias, con los yaros.
«De allí partimos de nuevo y
navegamos por el río Paraná durante cuatro jornadas, y hasta que llegamos a una
nación que se llama Chaná-Salvajes; son bajos y gruesos y no tienen más comida
que carne, pescado y miel. Las mujeres llevan sus vergüenzas al aire: todos,
hombres y mujeres, andan completamente desnudos, tal como Dios Todopoderoso los
ha puesto en el mundo. La carne que comen es de venados, puercos salvajes y
avestruces; también de unos conejos que son iguales a una rata grande, salvo
que no tienen cola. Permanecimos con ellos solamente una noche, pues no tenían
nada que comer: hacía cinco días que habían venido al río Paraná para pescar y
guerrear con los Mocoretá. Es una gente igual a los salteadores que hay en
Alemania: roban y asaltan y luego vuelven a su guarida. Después que dejamos a
los Mocoretás, anduvimos durante cuatro días, o sea unas diez y seis leguas,
antes de encontrar a los Chaná-Salvajes, que habitualmente viven tierra
adentro, a veinte leguas del río, para que los Mocoretás no los asalten. Estos
Chaná-Salvajes son unos dos mil guerreros.»
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