miércoles, 21 de noviembre de 2018


Algo de historia
Antecedentes del primer viaje de Cristóbal Colón al continente americano
El conocimento por los europeos de la existencia de un continente al oeste más allá del mar Océano ocurrió en los primeros siglos del segundo milenio, con los primeros viajes de los vikingos a Groenlandia y Vinland (probablemente Terranova o Nova Scotia en Canadá).
Sin embargo, el viaje que desencadenó la conquista y colonización de América fue el realizado por el navegante genovés Cristóbal Colón.
La realización de este viaje fue el resultado de numerosas experiencias que Colón había tenido durante su vida marinera en los mares de occidente.
Los antecedentes
Luego de numerosos incursiones al norte más allá de las Columnas de Hércules, Cristóbal Colón fue encargado de un expedición a la isla de Madeira. El objeto de la expedición era transportar 60,000 libras de azúcar a Génova. Aunque hay poca información sobre esta empresa, se sabe que culminó en una disputa legal entra los vendedores y los compradores, y que Colón tuvo que dar testimonio.
Poco tiempo después, en 1479, se casó con Felipa Moniz Perestrello, hija del famoso navegante genovés, Bartolomé Perestrello. Debido a sus descubrimientos en favor de la corona portuguesa, Perestrello había sido nombrado Gobernador de la isla de Porto Santo, cargo que ejerció hasta su muerte. Cuando Colón llegó a Porto-Santo con su mujer, Perestrello ya había fallecido y el Capitán Gobernador era el cuñado de su esposa.
La pareja de recién casados se mudó a la isla donde permanecieron por unos pocos años hasta el fallecimiento de Felipa. Durante este período, Colón obtuvo pruebas fehacientes de la existencia de tierras más allá del océano. Los portugueses que regresaban de las costas meridionales de Africa afirmaban que se encontraban extra-ños fragmentos de maderas talladas flotando en el océano, y que en varias ocasiones, "habían aparecido cañas tan gruesas que una de ellas podía contener diez botellas de vino... dado que dichas cañas no crecen en ningún lugar de nuestras tierras, estaba seguro que el viento las había traído desde algunas tierras próximas, o tal vez de la India". También se enteró que cadáveres extraños de caras achatadas habían sido hallados en las aguas y playas de Flores, la isla más occidental del archipiélago de las Azores. Obtuvo además datos de primera mano de la propia viuda de Perestrello, quien le relató los viajes de su marido, e incluso le facilitó algunos escritos y cartas marinas. Hay también referencias de que, durante su estadía en Portosanto, Colón viajó a San Jorge de la Mina, en la costa de la Guinea africana, obteniendo conocimientos sobre los vientos predominantes y corrientes marinas que seguramente le habrían de ser de gran utilidad en sus viajes futuros a través del Océano occidental.
En una mañana del invierno de 1482, cuando predominan los vientos del oeste, apareció en el horizonte de Porto Santo una nave que provenía de más allá de Madeira. Era una sola embarcación que se encontraba en un estado deplorable. Los mástiles atados con cuer-das, las velas remendadas, la madera atacada por la bro-ma y deshaciéndose. No se veía ninguna bandera que la identificara. Al fin, desembarcaron en el muelle un pequeño número de tripulantes barbudos y andrajosos. Según explicaron a Cristóbal Colón, quien los escuchó atentamente, se trataba de una nave castellana que había partido de Cádiz hacía más de seis meses con rumbo a las islas Canarias. No pudieron llegar por culpa de una tormenta que les deshizo su velamen y los dejó a la deriva por más de dos semanas. Luego lograron acomodar como pudieron mástiles y velas, pero quedaron a merced de los vientos del es-te por varios días. Al fin, avistaron unas islas, a las que se acercaron y desembarcaron, siendo recibidos por la población nativa con muchas muestras de aprecio y generosos regalos. Sin embargo, al cabo de un mes de permanecer en el sitio, fueron atacados y forzados a escapar. Tan sólo seis marinos lograron volver a la nave. El capitán y treinta y cinco hombres más quedaron en poder de los isleños. Luego de cerciorarse de que nada podían hacer para rescatar a los demás, los seis, que luego quedarían redu:idos a cinco por la muerte de uno de ellos, decidieron levar anclas y marcharse. El que oficiaba de capitán, que estaba visiblemente enfermo, explicó a Colón que las latitudes habían sido registradas cuidadosamente y que, de acuerdo a las lon-gitudes estimadas, habían avanzado menos de 2,000 millas marinas hacia el oeste, demostrando que había tierras más allá del océano. Para pagar el alojamiento, la comida y los trabajos de reparación de las naves, los marinos utilizaron varios ornamentos de cobre y oro que, según dijeron, habían obtenido como presentes en las is-las occidentales. Por varios días permanecieron los hombres en Porto Santo. La enfermedad del viejo marino se fue agravando hasta que murió. Los restantes hombres de mar permanecieron hasta que se terminaron las reparaciones y obtuvieron más ayuda para poder conducir la nave de regreso a España.
No sabemos si la información acerca de las tierras de occidente llegó a Colón a través de alguna expedición (que fue empujada hacia el oeste por tempestades y regresó discretamente) o por otra vía. Francisco López de Gómara en su Historia General de las Indias, reproducida por Girolamo Benzoni en la Historia del 52 Nuevo Mundo, relata que: "yendo un piloto por nues-tro mar Océano y soplando viento de levante, se vi ó sor-prendido por una gran tempestad que lo obligó a dejarse llevar hacia donde el viento lo empujaba, siendo condu-cido hacia tierras desconocidas que no se encuentran en la carta de marear. Vuelto luego a España con sólo tres o cuatro marineros murió enfermo en el puerto a causa de las incomodidades, el hambre y la sed sufridas en tan ex-traño viaje, sin dejar nombre ni memoria alguna de sí mismo o de su patria" No se sabe a ciencia cierta su nacionalidad ni el rumbo que seguía... "estando solamen-te conformes en que murió en casa de Cristóbal Colón, donde quedaron sus documentos, con la marca y la altu-ra de las tierras recientemente descubiertas." Asimismo, habían referencias sobre repetidos avis-tamientos de costas lejanas desde algunos navíos cu-yos tripulantes se aventuraron al occidente. Sea como fuere, a partir de ese momento, Cristóbal Colón ha-bría de iniciar una larga peregrinación por las cortes europeas procurando encontrar apoyo para una expe-dición a las Indias por el camino oceánico del Oeste.
La Teoría de Toscanelli
A principios de la década de 1470, el cartógrafo florentino Toscanelli desarrolló una teoría, de acuerdo a la cual, las dimensiones del globo eran más pequeñas de lo que se había creído hasta el momento. Por esa razón, pensaba Toscanelli, llegar a Asia a través del Océano occidental podía ser mucho más fácil de lo que corrientemente se suponía. En 1474 decidió hacer saber sus ideas a Juan II, rey de Portugal, por medio de una carta enviada al ecle-siástico de la Corona, Fernáo Martins. Esta carta fue conocida ampliamente en el Reino y en otros países. Cuando Colón se enteró del contenido de la mis-ma, le escribió una misiva personal a Toscanelli con-
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sultándole acerca de la posibilidad de navegar al con-tinente asiático por el camino de occidente. Toscanelli respondió explicando en detalle las razones por las que creía que el viaje era factible. Entusiasmado por la respuesta y alentado por algunos datos adicionales que obtuvo de otras fuentes, como el Imago Mundi de Pierre D'Ailly y la Descripción del Mundo de Marco Polo, Colón decidió intentar la concreción de la arriesgada empresa. En 1483 solicitó audiencia a Juan II, quien se la concedió al año siguiente. La reunión tuvo lugar con la presencia de los consejeros del monarca (Diego Ortiz, Obispo de Ceuta y un conocido geógrafo de extrac-ción judía llamado Vizinho de Rodrigo). Desafortunadamente para Colón, los expertos reales no estuvieron de acuerdo con su teoría de navegación por el Oeste para llegar al Este y la propuesta fue rechazada.
Colón y la Reina Isabel de Castilla
Cuando Doña Felipa murió en 1484, Colón decidió mudarse a España con su hijo Diego. Se estableció en el Monasterio de La Rábida de la ciudad de Palos, en Andalucía. Allí conoció a Fray Antonino de Marchena, "Custodio de la Orden Franciscana", y algún tiempo después a Don Enrique de Guzmán, Duque de Medina Sidonia, un noble muy rico y de alta jerarquía en la corte castellana. Enrique de Guzmán poseía un astillero cerca de Palos y se interesó en las ideas de Colón, que hizo saber a los reyes, aunque sin mayor éxito. El marino genovés era muy persistente, al poco tiempo se las ingenió para persuadir al Duque de Me-dinacelli para que lo ayudase. El Duque escribió a la Reina Isabel y finalmente ésta dio su consentimiento. Colón sería recibido en la Corte Real. La reunión tuvo lugar en Córdoba y, por vez primera, tuvo algún éxito en sus gestiones. El entusiasmo y los argumentos del navegante impresionaron favorablemente a la Reina, quien decidió nombrar una comisión para estudiar el proyecto (la Comisión Talavera). Sin embargo, ésta resolvió rechazarlo. La decisión sobre el tema fue postergada por el momento. Probablemente, los principales motivos de su demora, fueron las guerras que estaban librando los españoles con los moros, cerca de Granada y con los guanches en las Islas Canarias. Durante este período de espera, aprovechando un viaje de su hermano Bartolomé, Colón trató de obtener el apoyo de Enrique VIII, Rey de Inglaterra y del Rey Carlos de Francia. Sus intentos también fueron infructuosos. Más tarde reiteró su propuesta ante la monarquía castellana, pero nuevamente la resolución fue aplaza-da por la reina. El 2 de enero de 1492, mientras la respuesta a sus gestiones estaba aún pendiente, finalizó la guerra con los moros. El último rey musulmán de Granada, Boabdil, se rindió a los castellanos y, por fin, la reina estuvo en condiciones de enfocar su atención en otros temas. La empresa propuesta por Colón habría de requerir inversiones muy modestas para la corona. Dos de las carabelas podían ser requisadas en el Puerto de Palos donde estaban embargadas debido a violaciones aduaneras y una tercera, financiada íntegramente por un consorcio de cuatro mercaderes genoveses y florentinos de Sevilla. Faltaban poco más de 1 millón de maravedíes, que fueron obtenidos a través de un préstamo ofrecido por el influyente y acaudalado Luis de Santángel, a quien Colón conocía desde hacía cierto tiempo, al módico interés de 14% por un período de dos años.
Los dos barcos retenidos en el pueblo de Palos fueron acondicionados y con el dinero de los préstamos se compró un nuevo buque de mayor tamaño. Fue en ese momento, a mediados de 1492, que todo estuvo listo para la partida.
El plan es aceptado
Dadas las condiciones financieras que se proponían, y el apoyo de varias personalidades de la Corte (entre las cuales se encontraba el propio Luis de Santángel, "Cuidador de la Cartera Real"), la reina se convenció de aceptar la propuesta. Se firmó un acuerdo, luego conocido como las "Ca-pitulaciones de Santa Fe", y se definieron los títulos y derechos a las nuevas tierras a ser "descubiertas",


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